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Comprender a Trump

Juan Ignacio Brito Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de U Andes

Por: Juan Ignacio Brito | Publicado: Martes 5 de marzo de 2024 a las 04:00 hrs.
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Juan Ignacio Brito

Después de más de ocho años de protagonismo en la política norteamericana, uno esperaría que los adversarios de Donald Trump ya hubieran aprendido a enfrentarlo. Pero no lo han hecho. Trump avanza en las primarias republicanas rumbo a la elección presidencial. Cuatro encuestas publicadas en los últimos días lo dan como favorito para derrotar a Joe Biden en noviembre.

La ventaja actual de Trump se sostiene en la lealtad inquebrantable de sus votantes, a los que hoy se suman los decepcionados con la gestión mediocre y el escaso carisma de un Joe Biden que no consigue convencer. También, en la incapacidad de sus rivales para encontrar una fórmula que le haga perder apoyo.

“Al obsesionarse con la persona del republicano, sus adversarios han remplazado el análisis de la realidad por un odio que les hace imposible enfocarse donde deberían: en el votante de Donald Trump”.

La ceguera de sus rivales los ha llevado a usar contra Trump el libreto que más favorece al exmandatario. Mientras más lo demonizan, denuncian y llevan a tribunales, más se consolida entre los partidarios del exPresidente la idea de que él es el candidato que andaban buscando: enemigo de la política tradicional, de Wall Street y de lo que Trump denuncia como “el pantano” de Washington.

Al obsesionarse con la persona del republicano, sus adversarios han dejado de lado el análisis de la realidad y lo han reemplazado por un odio que les hace imposible enfocarse donde deberían: en el votante de Trump.

No logran entender que el empresario devenido en político es una consecuencia, no una causa; un producto de una situación que no quieren reconocer. Que al lanzar una cruzada contra Trump lo que logran es irritar al electorado que él representa como nadie.

La habilidad de Trump es haberse convertido en la voz de aquellos que se sienten postergados por la desindustrialización, la pérdida de empleos y el abandono que afecta a una parte importante de las clases populares y las capas medias vulnerables de Estados Unidos. Estas no se sienten representadas por las preocupaciones cotidianas de una élite urbana que se ha ido distanciando de los problemas de los de abajo y ha adquirido costumbres cosmopolitas que poco tienen que ver con el estilo de vida de los sectores de la población que ven en Trump a su abanderado, más provincianos y perdedores en procesos como la globalización.

Una parte importante del electorado de EEUU ha llegado a descreer de la movilidad social y los ideales de meritocracia del sueño americano. Siente nostalgia por un pasado que se le presenta irrecuperable: la posibilidad de triunfar para todo el que demuestre esfuerzo y talento.  Se perciben situados en un plano inclinado en el que para ellos la vida se hace cuesta arriba.

Los adversarios de Trump acusan que el discurso del exmandatario es básico y está orientado a los ciudadanos con menor educación, ingresos y calificación profesional. Lo que parecen ignorar es que esas personas no quieren el desprecio de sus autoridades electas, sino expresar su rabia y recuperar la esperanza de que es posible mejorar. Todo eso es precisamente lo que les ofrece Trump, el único político norteamericano que ha sabido leer a ese electorado insatisfecho y prometerle lo que desea: hacer a EEUU grande de nuevo.

Lejos de la moderación de sus impulsos narcisistas, Trump parece convencido de que seguir haciendo lo mismo lo llevará a convertirse en el primer Presidente en obtener mandatos no consecutivos desde que el demócrata Grover Cleveland lo lograra en 1892. Si lo consigue, será tanto por su perseverancia como por la ceguera de sus contrincantes, que han optado por atacarlo en lugar de tratar de entender a los que sostenidamente votan por él.

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